sábado, 18 de septiembre de 2010

De regreso

Despues de una relativa larga ausencia, regreso a hacer de las mias.
Nuevamente (eso espero) estaré por estos lugares comentando alguna que otra película que voy viendo, que se me hace interesante compartir.
Igualmente les recuerdo que los comentarios son bienvenidos.
Saludos a todos.

El infierno del odio

Akira Kurosawa (Ōimachi 1910-Tokyo 1998) no necesita ninguna introducción. Sus inolvidables películas, muestras de un despliegue de maestría en la realización, le han valido el reconocimiento internacional, así como el título del director japonés más importante de todos los tiempos.

Sin embargo su nombre, al menos en occidente, a menudo es asociado a cintas que versan sobre el Japón medieval; plagadas de batallas épicas en espacios abiertos, de samuráis y de katanas. Por ello no es motivo de asombro que uno de sus más logrados films apenas sea conocido en nuestro país.

El infierno del odio (Tengoku to Jigoku, 1963) se aleja por completo del escenario feudal japonés para instalarse en un Tokio moderno, en plena recuperación económica e industrial después de la Segunda Guerra Mundial, en el Japón que empieza a dar el gran salto hacia adelante.

Kingo Gondo (Toshiro Mifune), un alto ejecutivo de una empresa que fabrica zapatos, está a punto de hacerse con la totalidad de la compañía, a base de grandes esfuerzos laborales, cuando recibe una llamada que da un giro inesperado a sus planes. Un secuestrador tiene a su hijo y pide por su liberación una suma exorbitante de dinero. Sin pensarlo toma la decisión de pagar el rescate, justo cuando aparece por la puerta el niño.

En este momento la trama da otro giro inesperado y pronto nos enteramos que el secuestrado es en realidad el hijo del chofer de Gondo. El dilema que enfrenta el protagonista es si pagar el rescate por el niño, lo cual implicaría su destrucción económica; o guardar su dinero, lo cual implica su destrucción como ser humano. Hasta aquí dejo la trama para no estropear a ningún lector esta historia que sirve de fondo para que Kurosawa plantee un sinfín de cuestiones que atañen al hombre moderno. La envidia, el odio, la avaricia, la compasión, la benevolencia, las diferencias sociales.

Dividida en dos partes, la película serpentea por varios géneros cinematográficos, y va desde la intriga corporativa, hasta el drama social para finalizar en el más puro estilo policiaco. Con un depurado trabajo de fotografía en blanco y negro, el film (a casi 50 años de distancia) nos presenta una narrativa sumamente moderna debido a los movimientos de cámara y encuadres, que le van dotando de un ritmo más trepidante conforme el film avanza.

Con un Mifune desbordante de arrogancia y orgullo, pero también de bondad, El infierno del odio, supone una de las últimas colaboraciones entre esta dupla que dio algunas de las obras más memorables de la cinematografía como lo son Rashomón, Los siete samuráis o Yojimbo.

Con sus casi dos horas y media de duración, el film es ejemplo de la maestría de Kurosawa para filmar. Una película totalizadora que aborda los planteamientos de las problemáticas humanas con una visión particular del director, pero que a la vez presenta una historia cautivante, emocionante e, incluso por momentos, cómica.

El ejemplo perfecto de que lo entretenido no debe ser totalmente banal y lo profundo no necesariamente aburrido.

domingo, 6 de junio de 2010

Disculpas

Pido disculpas por las irregularidades tipogràficas en las poblicaciones, pero mi bloger se rebela contra mi. No se que hacer y acomoda las fotos como quiere y pulica el tamaño de letra que le dà la gana, incluso cuando intento reeditar las entradas. Pero ni pedo dijo alfredo. Ojalà se resuelva pronto.

Katyń



La niebla se disipa y lo que observamos es a una muchedumbre caminando por un puente férreo cargando sus pertenencias con expresiones angustiadas. Se topan de frente con otro grupo en las mismas condiciones. Huyan, gritan unos, los alemanes nos atacan; regresen, contestan los otros, los soviéticos… los soviéticos acaban de invadirnos. Esta es la escena inicial de Katyń, penúltima cinta del multi-reconocido y laureado director polaco Andrzej Wajda (Suwałki, 1926), y representa fielmente las condiciones en las que el pueblo de Polonia se encontraba al comienzo de la Segunda Guerra Mundial: entre la espada y la pared.

Con éste, su penúltimo film, Wajda lleva por primera vez a la pantalla grande uno de los temas tabú más difíciles para Polonia: la masacre sistemática, ocurrida el 5 de marzo de 1940, de la que fueron víctimas cerca de 22 mil oficiales e intelectuales polacos a manos del ejército soviético.

Katyń es un bosque que se encuentra en territorio ruso y donde se llevó a cabo la exterminación que ha sido considerada por muchos como genocidio. El hecho fue escondido por el gobierno de la Unión Soviética quién a su vez obligó al gobierno socialista polaco a negarlo, mientras que se atribuía la masacre a los enemigos alemanes, quienes descubrieron las fosas comunes en 1943. No fue sino hasta la ruptura soviética en 1990 cuando los rusos hicieron públicos documentos que los responsabilizaba del crimen. Mientras tanto el pueblo polaco vivió sumido en la mentira y cientos de miles de familiares sufrieron por años la impotencia de la injusticia. El mismo Wajda fue una de estas personas, ya que su padre fue ejecutado junto con otros oficiales

Para el director de películas como, Generación (1954) y La tierra prometida (1974), Katyń, significa una liberación y la realización de un proyecto que pensó que nunca se llevaría a cabo, ya que el gobierno polaco prohibía estrictamente ser contrariado en este tema, como un personaje de la película dice : "Con Katyń se mide la lealtad al pueblo".

El film hace, por una parte, el recuento de los hechos históricos; la captura de los oficiales rebeldes polacos, su traslado a una prisión en territorio soviético, la liberación de algunos de ellos, y finalmente la ejecución en masa. Por otra parte la película narra mediante la ficción, la historia de los familiares que lucharon por conseguir justicia para sus padres, esposos e hijos, y que fueron fuertemente censurados.

La obra si bien no es formalmente el mejor trabajo de su director (no representa una innovación en la narrativa), aunque cabe resaltar que es un trabajo impecable, recibe su mayor mérito en la temática que presenta, pues funciona como una ventana, para todo el mundo, a los hechos acontecidos; y también, en palabras del director, una liberación para miles de ciudadanos polacos.

Wajda señaló que no deseaba que su film se convirtiera en un arma política, ni que sirviera para levantar cargos en contra de los culpables, sin embargo el tema de Katyń, se ha vuelto un punto sensible en las relaciones diplomáticas polaco-rusas y se han abierto puertas para nuevos debates.

Hace unos meses un nuevo acontecimiento volvió a colocar la masacre en los titulares de los diarios, la muerte del ex presidente de Polonia Lech Kaczynski, quien junto con otras 113 personas sufrieron un percance aéreo cuando se dirigían a rendir homenaje a los fallecidos en la masacre.

Katyń se suscribe al tipo de cine que tiene la función de redimir a un pueblo y exorcizar sus demonios.

miércoles, 26 de mayo de 2010

The imaginarium of Dr Parnassus



Con mucho intereses esperé el último trabajo de Terry Gilliam (Minnesota 1940), director que ha realizado algunas de mis películas favoritas como Fear and loathing in Las Vegas (199), 12 monkeys (1995) y la extraordinaria, con tintes kafkianos y orwellianos, Brazil (1985). Quizá gracias al sorprendente trabajo visual del filme, que se dejaba ver ya en el tráiler y en los carteles, mis expectativas fueron demasiado altas, alimentadas igualmente por la demora de la película en las salas de cine mexicanas. Sin embargo después de una primera vista el sabor que me queda en la boca es de desencanto.

Ya alguna vez, una amistad (cuya opinión aprecio mucho) me había comentado que le parecía que las películas de Gilliam carecían de “algo” que les diera consistencia. Antes no me había planteado esto pero me hizo sentido. Sin lugar a dudas éste ex -Monthy Pyton sabe manejar una imaginaria visual deslumbrante y ha desarrollado un estilo único y cautivador. Sus films contienen una visón del mundo particular y dejan ver reiteradamente las obsesiones del director, lo que lo convierte en un verdadero autor. Sin embargo sus trabajos, a excepción de 12 monkeys y Brazil, no logran cerrar el círculo que se traza a lo largo de la historia.

A mi parecer ése es el principal defecto de El imaginario mundo del doctor Parnassus, la más reciente producción de Gilliam y la última donde trabajara el fallecido Heath Ledger.

Quizá fue la muerte de Ledger, antes de finalizar la filmación, lo que truncó la obra e impidió su consolidación; ya que después del deceso tuvieron que realizarse ajustes a la historia para que pudiera ser completada con otros tres actores, amigos de Ledger (Johnny Deep, Jude Law y Collin Farrell), que interpretan al mismo personaje cuando cruza un fantástico espejo que lo conduce a un mundo imaginario.

La historia nos presenta a un extravagante y decaída caravana circense que, bajo la batuta del milenario Dr Parnassus (Christopher Plummer), merodean sin éxito por las húmedas calles de Londres. El Dr Parnassus, especie de sabio, mago y portal de la mente, goza de la inmortalidad, cualidad obtenida gracias a las múltiples apuestas que mantiene con el diablo (interpretado por un empático Tom Waits) e intenta cuidar de su única hija de las garras del maligno. La suerte de los estrambóticos personajes cambia cuando conocen a Tony (multi-interpretado por los actores antes mencionados) que los ayudará a dar un giro a su espectáculo ambulante pero que se mantendrá moviéndose en una moral indefinida y cuyos verdaderos intereses serán develados en el desenlace.

Visualmente impactante, El imaginario mundo del Dr Parnassus, nos ofrece uno de los mejores trabajos en los últimos años, en cuanto a diseño de arte y efectos especiales se refiere y nos muestra una crítica sobre la una sociedad enviciada, corrompida y alejada de la imaginación que “es lo que da luz a nuestras vidas” (como afirma el Dr Parnassus). Sin embargo los huecos narrativos, las forzadas actuaciones, la demasiado intrincada trama y la cámara con un movimiento incesante, la colocan muy por debajo de los mejores trabajos del director, aunque e cartelera representen una de las mejores opciones comparada con el mar de banalidades que la rodean.


Shadows

Agnès
Gracias por Cassavetes


El cine independiente norteamericano se ha ganado el respeto internacional y ha producido algunas de las cintas mas memorables de todos lo tiempos. El hecho que directores como Scorsese, Brian de Palma, David Lynch, los hermanos Coen, Jarmusch, entre muchos, hayan podido realizar sus Films alejados de los grandes estudios de Hollywood, les permitió imprimir en sus obras una visión particular del mundo y una libertad para transmitir ideas frescas y revitalizadoras para el séptimo arte.

Aunque desde los años veinte el cine independiente comenzó a ver la luz, no fue si no hasta finales de los cincuenta que surgiría una obra fundamental en la vida de éste y que sería un parteaguas para el cine norteamericano en general. El 11 de noviembre de 1959 fue estrenada la ópera prima del director neoyorquino John Cassavetes (New York 1929), Shadows.

La importancia de Shadows podemos apreciarla, más que en sus características como pieza fílmica, en el legado que representa. Hasta ese momento la forma que se hacía cine en Estados Unidos era totalmente diferente, siempre sujeta a formalidades estrictas y a formas narrativas convencionales.

Cassavetes, que por aquel entonces gozaba ya de fama como actor de televisión, decidió realizar un film, con los estudiantes de un taller de actuación que él mismo impartía, un ejercicio que serviría para que los jóvenes actores pudieran ver su trabajo y analizarlo. Un material que nunca fue concebido para su proyección en salas terminó por convertirse un año después en la ganadora del premio de la crítica en el festival de Venecia y abrir brechas para nuevos realizadores.

El film está compuesto de una serie de escenas primeramente inconexas que, a base de improvisaciones actorales, van dando pie a una parte de la historia familiar de tres hermanos afroamericanos y su cotidianeidad en la gran manzana.

El color de la piel de los protagonistas, y un incidente suscitado en una de las escenas, ha dado lugar a que mucha gente piense que el tema de la película se centra en las problemáticas raciales que aquejaban a la sociedad norteamericana de aquel entonces; sin embargo creo que esta no fue la pretensión de Cassavetes.

Si bien si se hace alusión a un problema racial, que en algún momento es determínate para los personajes, no es el eje central de la película, como lo es la preocupación del director por poder capturar la esencia de las relaciones humanas y poder transmitirlas con el mayor grado de naturalidad. La trama no es lo más importante, si no lo que ocurre en la pantalla.

Al final de la película aparece un cartel que dice “El film que acaba de ver fue una improvisación” que, si bien no es del todo real (ya que la mayor parte de las escenas que se utilizaron para la edición final fueron escritas), si existe un espíritu más libre y una frescura de los personajes quizá nunca antes vista.

Después de Shadows, Cassavetes realizó algunos films con los grandes estudios, sin embargo nunca se alejó del cine independiente, y aunque sus películas quizá no influyeron tanto en el estilo de otros directores si fueron un camino para la experimentación personal.

viernes, 19 de marzo de 2010

Strella

Al principio del film se hace una pequeña aclaración sobre el título. Strella representa un juego de palabras en griego, hace alusión a estrella pero también a la locura. De este modo se define al personaje pero también a la historia que veremos a continuación.
Poco acercamiento he tenido al cine griego fuera de Angelopoulos, sin embargo junto con la selección de la muestra internacional de cine vino una interesante película que aborda una singular y tremenda historia de amor.
Yiorgos es un hombre de mediana edad que acaba de salir de la cárcel tras cumplir una larga condena y se dirige a Atenas para empezar de nuevo su vida. En breve conocerá a Strella, una joven prostituta transexual, imitadora de María Callas en un cabaret y rodeada de una serie de personajes de lo más “pintorescos” (entiéndase gays). La joven cautiva y seduce a Yiorgos y éste, quizá acostumbrado por sus previas experiencias en prisión, cae en sus encantos enamorándose de ella.
La vida de ambos trascurre felizmente mientras se van integrando y conociéndose mutuamente, sin embargo un inesperado giro narrativo develará un pasado en común que significará un detonante en la historia. A partir de este momento la trama puede tomar cualquier dirección y los personajes reaccionar apasionadamente, convirtiéndose en una tragedia catastrofista y fatal. Sin embargo el guionista (
Panajotis Evangelidis) logra resolver de una manera conciliadora sin caer en lo meramente optimista.
Con una mezcla entre lo dramático y lo cómico, el director
Panos H. Koutras nos muestra los bajos fondos de Atenas y más específicamente de la comunidad gay, sumamente gregaria pero con lazos muy fuertes entre sus integrantes.
Quizá la película recae un poco en la segunda mitad, agrega unos intervalos de animación bastante forzados y contiene una secuencia final, que para mí agrado sobra totalmente, pero no deja de ser una historia original, bien filmada y que representa un fuerte golpe a las buenas conciencias.

Al parecer Koutras encontró muchas dificultades para realizar éste, su tercer largometraje. Debido al fuerte contenido de la película, en cuanto a su temática, muchas productoras le rechazaron el guión, por lo que, al final decidió rodarlo independientemente y con actores desconocidos. Sin embargo, quizá gracias a ello, se logra una cinta con un tono muy intimista y el acercamiento a los personajes es poderoso. Puede ser que en nuestro país esta película escandalice a más de un grupo conservador (aunque dudo que la lleguen a ver siquiera) pero aparece a tiempo y pone el dedo justo en la yaga que representan las polémicas por los derechos de los homosexuales en nuestro país.

Shutter Island

Gracias a la enorme campaña promocional que tuvo más como cinta de terror que de suspenso, pudimos gozar a tiempo, en nuestros cines xalapeños, del vigésimo primer largometraje de Martin Scorsese: Shutter Island.
El consagrado director italoamericano regresa a las pantallas, después de su aclamada Los infiltrados, con una adaptación de la novela homónima del escritor Dennis Lehane. El resultado es un impresionante film noire con tintes de terror psicológico, extrañas conspiraciones y viajes oníricos.
Son los años cincuenta y los agentes federales Teddy Daniels (Di Caprio) y Chuck Aule (Ruffalo) son requeridos en una apartada isla de la bahía de Boston para investigar la desaparición de una de las pacientes del hospital psiquiátrico de Ashcliffe, dirigido por el misterioso doctor Cawley (Kingsley).
Las extrañas circunstancias del caso comienzan a despertar sospechas en los agentes y a desentrañar intrigas de lo que realmente se lleva a cabo en aquél lugar remoto. Al mismo tiempo conocemos el verdadero motivo del viaje de Daniels a la isla: el asesino de su esposa se encentra internado ahí.
La trama comienza a tornarse más sofocante y claustrofóbica, lo real empieza a mezclarse con lo onírico, la locura a contagiarse.
Hasta aquí podemos contar sin estropear esta historia llena de suspenso y vueltas de tuerca, al más puro estilo policiaco. Sin embargo lo que lo convierte en un film sobresaliente no es tanto la trama (un tanto cliché), sino la maestría en la dirección.
Scorsese hace acopio de varios elementos para contribuir a la sensación de claustrofobia que envuelve la cinta. Un estupendo juego de ángulos donde predominan planos cerrados, picados y contrapicados, abundancia de humedad en los ambientes, poca luz, colores opacos y una admirable actuación por parte de Di Caprio, donde se puede apreciar el gradual trastorno de su personaje. Este papel quizá le brinda una de sus mejores actuaciones, a la vez que, poco a poco, le aleja del estigma de cara bonita de Hollywood.
Igualmente admirable resulta el trabajo de fotografía de Robert Richardson, quien en otras ocasiones ha colaborado con Scorsese en cintas anteriores como El aviador (2004) y Casino (1995).
Shutter Island representa un ejercicio de suspenso que logra su cometido con enorme éxito, donde la narrativa mantiene cautivo al espectador y el final sorprende. Pero también la historia nos habla de la violencia humana o más bien de la violencia como medida de los hombres, como el arma para lograr la supervivencia.
Quizá ésta no sea la mejor de las películas de Scorsese, quien presenta una lista de obras maestras, sin embargo sobresale de entre un diluvio de pésimas producciones que la meca del cine estadounidense ha concebido en los últimos años y que han inundado nuestras salas de proyecciones. Sin duda alguna Shutter Island es entretenimiento de calidad.

domingo, 14 de marzo de 2010

Eagle vs Shark






Todo mundo, o casi todo mundo sabe de la existencia de Nueva Zelanda (aunque pocos podrían ubicarla en el mapa) gracias a la trilogía del Señor de los anillos dirigida por Peter Jackson. Mediante esta epopeya fantástica dimos cuenta de los maravillosos paisajes que nos ofrece este remoto país. Sin embargo en este lado del orbe, nuestro conocimiento sobre el cine neozelandés es muy pobre o nulo en muchas ocasiones, a excepción, quizá, de las dos películas rodadas en la década de los noventa que resaltarían en el escenario internacional: El piano (1993) de Jane Campion, y la brutal Somos guerreros (1994) del director Lee Tamahori, y que asestaría un duro golpe a las buenas conciencias mostrando la realidad violenta y desolada de las familias maoris.
Hasta mí llegó hace un par de semanas un DVD con un film neozelandés titulado Eagle vs Shark (que traduciré como Águila vs Tiburón; aunque no dudo que si llega a los videoclubs mexicanos, si es que llega, será bautizado con un terrible título en español). Esta película ha sido catalogada por la crítica bajo la ambigua etiqueta de comedia “Indie”, un tipo de comedia que, como su nombre lo indica, ha sido producida independientemente, pero que también se caracteriza por un humor un poco mas refinado y, en muchas ocasiones, con una estética inclinada hacia lo kisch.
Eagle vs Shark nos presenta una historia de amor atípica entre dos inadaptados, gloriosamente interpretados por Loren Horsley y Jemaine Clement.
Lilly (Horsley), una insípida cajera de un restaurante fastfood, espera ansiosa todos los días la visita de su amor platónico Jarrod (clement), un antipático nerd convencido de que es cool y que trabaja en una tienda de videojuegos. Las esperanzas de Lilly se ven favorecidas cuando es invitada, accidentalmente, a una fiesta organizada por Jarrod, donde todos tienen que ir disfrazados de su animal favorito. Ella asiste a la fiesta disfrazada de tiburón y él de águila. El interés de Jarrod es capturado por Lilly cuando, dentro del marco de la fiesta, ella demuestra sus habilidades para los juegos de video y decide invitarla a su cuarto para mostrarle sus velas hechas en casa. La velada culmina con un patético encuentro sexual.

Este es solo el comienzo de una relación turbulenta y risible, que se desarrollará gracias a un viaje al pueblo natal de Jarrod con el fin de que éste rete a su archirrival de la adolescencia y que nos revelará a su desarticulada familia.
Con un sentido del humor torpe, sutil y situaciones que rayan en lo absurdo, la película esboza personajes risibles pero a la vez entrañables, y nos enfrenta a sentimientos como el amor, soledad, la decepción y el dolor por la pérdida de los seres queridos.
Este es el primer largometraje del multitalentoso director Taika Waititi, sin embargo su nombre era conocido por una nominación al oscar en 1993 que consiguió gracias a su cortometraje Two cars, one night, y por su trabajo en la famosa serie de televisión Flight of the conchords.
Quizá el referente más cercano a este film sea la aclamada comedia Napoleon Dynamite (Jared Ness, 1995), pues ambas películas nos presentan antihéroes fracasados, abusados por la sociedad y que al final logran algo sin haber un cambio sustancial en sus personalidades o tener un aprendizaje moralista. Eagle vs Shark representa un deleite, una pequeña joya divertida y con un toque de originalidad que le otorga el haber sido concebida en una isla remota del pacífico sur.

jueves, 7 de enero de 2010

Damnation Bela Tarr (Mestro de la imagen)

Nos encontramos frente a un paraje desolado y extenso. Una estructura de metal se yergue para sostener a los teleféricos mineros que transportan el cargamento de carbón. La cámara se encuentra estática y para reforzar la sensación hipnótica, escuchamos el crujir de las enormes cajas de metal al ser deslizadas por los cables.
Uno o dos minutos hasta que un movimiento casi imperceptible de la cámara nos comienza a replegar y entonces vemos el anterior paisaje enmarcado ahora por una ventana. El movimiento sigue hasta atrás y descubrimos que no estamos solos. Aparece la figura de un hombre recortado a contra luz, observando el mismo panorama mientras fuma un cigarrillo. De esta manera nos presenta el director Húngaro, Béla Tarr, al personaje principal de Damnation, al mismo tiempo que se plantea cual será el discurrir del film.
Damnation fue la película que popularizó internacionalmente a Béla Tarr (Pécs, 1955) al mismo tiempo que se convirtió en la obra que definiría su estilizado y complejo lenguaje cinematográfico. Largos planos secuencia, paneos y dollys casi imperceptibles y lentos, degradación de la trama como elemento principal y un elaboradísimo trabajo de la imagen.
Basada en la novela homónima (Kárhozat, en húngaro) del escritor László Krasznahorkai, quien además es el guionista de cabecera de Tarr, plantea la historia de Karrer, un patético hombre que, enamorado de una cantante de cabaret, se autodenigra hasta llegar a lo mas bajo de su humanidad. Sin embargo, como se menciona anteriormente, no es en realidad la trama la espina dorsal de la película. Ésta se convierte en un mero pretexto para presentarnos a los personajes de este universo arruinado y lúgubre pero a la vez melancólico.
El film tiene guiños de cine negro, sin embargo va mucho más allá de los géneros. De igual manera que hacía Tarkovski al tomar narraciones de ciencia ficción para plantear la problemática espiritual del hombre, Tarr toma esta historia de amor, pérdida, traición y soledad, para plasmar la condición humana y la devastada sociedad en la que vivimos.
Precisamente por ésta y otras características en común con el legendario director ruso, se ha querido comparar mucho a Béla Tarr con Tarkovski, incluso lo han considerado como su sucesor. Sin embargo existen diferencias sustanciales en su lenguaje. La primera de ellas es el manejo del tiempo. Mientras que Tarkovski, con sus largos planos intentaba atrapar de alguna manera la realidad, Tarr pareciera que intentara alejar al espectador de la noción de tiempo, atrapándolo con la potencia de sus imágenes. De hecho los directores que Tarr considera como sus maestros son Fassbinder y Cassavetes, de quien se ve clara influencia en sus primeros trabajos, donde manejaba un tipo de cine intimista con planos muy cerrados y en un formato cercano a lo documental.
La filmografía de Béla Tarr, que comenzó a finales de los setenta y que cuenta con más de 16 películas, apenas se empieza a conocer fuera del continente europeo. Entre los títulos mas conocidos se encuentran Nido familiar (1977), Almanac of fall (1985), Damnation (1989), El tango de Satán (1994), que tiene una duración de mas de siete horas, Armonías de Werckmeister (2000) y El hombre de Londres (2007). Sin embargo, y lamentablemente, el nombre de Béla Tarr se une al de muchos otros directores como Theo Angelopoulos, Alexander Sokurov o Manoel de Oliveira que no llaman la atención del público y por lo tanto son despreciados por las salas de cine y los distribuidores. Desgraciadamente, la única manera de que muchos de nosotros podremos acceder al cine de estos realizadores, será a través de lo que se ha convertido en el mejor difusor y distribuidor de cine de arte en México: la piratería.

Lake Tahoe (¿nadie la vio verdad?)


Mucho se ha dicho sobre el nuevo cine mexicano, sobre su revitalización y su éxito en el extranjero. Y, si es cierto que en los cines se proyectan cada vez más películas nacionales, también podemos observar que las temáticas de las mismas se repiten, intentan recrear formatos extranjeros o son envueltas con campañas publicitarias espectaculares, acompañadas de un soundtrack con las canciones más exitosas del momento.
Al parecer los tres amigos (Iñárritu, Cuarón y del Toro) han logrado posicionar el nombre de México en los festivales internacionales y han logrado crear un cine con un sello característico, sin embargo no podemos decir que las películas de estos tres realizadores sean representativas del cine mexicano. Principalmente por que son producciones estadounidenses o españolas. El segundo largometraje del director Fernando Eimbcke, Lake Tahoe, sin duda escapa a todos los aspectos mencionados anteriormente.
La película nos presenta la historia de Juan, un muchacho que recorre las calles solitarias y corroídas por el salitre de Puerto Progreso, Yucatán, en busca de una refacción para su auto que acaba de chocar. Conforme el film avanza sucediéndose en planos fijos donde el protagonista cruza el paisaje urbano, vamos encontrando otros personajes solitarios volcados en sus propias obsesiones. Un viejo a quién solo le acompaña su perro Sica, una ingenua madre adolescente, un mecánico obsesionado con las películas de Kung Fu, una abuelita empeñada en compartir la palabra del Señor, y la familia del mismo Juan, golpeada por la reciente muerte del padre.
Si pudiéramos reducir el film a una sola palabra, esta seria la de sencillez. Los movimiento de cámara son mínimos, los diálogos concisos y escasos, la fotografía sobria, las actuaciones llenas de naturalidad (incluso dos de los actores no son profesionales), la música casi inexistente. La banda sonora está conformada únicamente por los sonidos ambientales de la ciudad, que son remarcados por varios momentos donde la imagen se funde en negro. Solo al final de la película empiezan a sonar las dulces notas del requinto jarocho de Los parientes de Playa Vicente tocando La lloroncita.
Fernando Eimbcke ha dicho que su cine tiene una fuerte influencia de Yazujiro Ozu y de alguna manera al ver este film me remitió a Tokio Story, por sus planos fijos y el manejo de la cotidianidad. Otro director con el que se le ha comparado mucho, aunque el no lo haya mencionado, es Jim Jarmusch que, al igual que Eimbcke, nos presenta personajes planos, con móviles poco específicos y que pareciera que no van a ninguna parte, pero que al final sufren una transformación casi imperceptible. Igualmente existe en la película un sabor a absurdo que puede ser comparado con los films del finlandés Aki Kaurismäki
Es una verdadera lástima que haya pasado por las salas de cine sin gloria, que haya sido ignorada por el público mexicano. Recuerdo cuando fui a verla en el cine, fue proyectada en una pequeña sala donde solo nos encontrábamos únicamente cuatro personas y al cabo de una semana había desaparecido de cartelera.
Lake Tahoe puede ser vista como una epopeya minimalista, una modesta reflexión sobre la vida y la muerte y la búsqueda personal del hombre. Quizá Eimbcke no nos presenta una obra maestra o una clase de cómo hacer cine, pero sin duda logra una película intima y sobre todo, honesta. Esperemos que Fernando Eimbcke se mantenga con esa frescura y originalidad y nos regale ese tipo de cine que el país necesita en sus próximas creaciones.

Aviso nomás!!

Pues en falta de ocurrencias que escribir en este blog, me doy a la tarea de empezar a subir algunas reseñas cinematográficas.
(Ya se que te he abandonado por mucho tiempo blog. Nomás fui llamarada de petate y te creé, pero no publiqué nada mas).
Así que aquí van dos de zopetón. Que las disfruten!!!