jueves, 7 de abril de 2011

Иди и смотри (Ven y mira)


No recuerdo ninguna otra película que haya retratado de manera tan espeluznante los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial como la obra final del ruso Elem Klimov (Volgograd 1933), Idri i Smotri, o mejor conocida por el público hispano bajo el título de Masacre: ven y mira.

Rodada en el año de 1985, el film nos transporta a la Bielorrusia rural en pleno enfrentamiento entre el ejército alemán invasor y los partisanos soviéticos que, organizándose y esparciéndose por pantanos y bosques, controlaron y resistieron la invasión nazi. Sin embargo antes de la victoria soviética, los germanos lograron hacer buena mella en la población campesina de la región.

Florya, un niño bielorruso, junto con uno de sus amigos escarban en el campo de batalla para hacerse de un fusil con el cuál ir a apoyar a los rebeldes acuartelados en los bosques. Cuando lo consiguen Floryan es enlistado por unos oficiales soviéticos, quiénes lo arrancan de su hogar en una de las escenas más memorables de la película. A partir de entonces el film supondrá un verdadero descenso al infierno de las atrocidades bélicas. Un infierno verde enmarcado por un bellísimo paisaje de coníferas y pantanos que, no obstantes, sirven para transmitir una sensación de agobio y para recalcar el estado emocional de los personajes que es totalmente desalentador.

La obra se estructura en un discurso de la ruptura brutal de la inocencia del personaje que, desde que abandona su casa se ve inmerso en un sin número de fracasos antepuestos a sus intenciones de ser un héroe. Estos fallos en las “misiones” de Florya, junto con las atrocidades de las que es testigo, le van endureciendo y transformando poco a poco a lo largo del film; característica que se ve reflejada en la actuación asombrosa de Aleksei Kravchenko, a través de varios primeros planos que se le hacen a su rostro y, donde transmite una angustia y un terror poco visto en otros actores. Cabe destacar que cuando se rodó la película Kravchenko no contaba con experiencia actoral previa.

Aunque el film se inscribe en el género de cine bélico, ésta dista mucho de las producciones estadounidenses que han explotado la temática de la Segunda Guerra durante décadas, incluso se podría decir que Klimov lleva la historia un paso más allá, haciendo uso de un despliegue visual sumamente estético, un montaje formidable y unas actuaciones que mueven internamente al espectador. Sin embargo a pesar de los logros artísticos de la película, que la convierten en una de las mejores de todo el cine ruso, por la manera en que se aborda no puede despegarse por completo del espíritu propagandístico soviético, aunque representa una obra muy personal.

Klimov fue uno de los directores rusos que nunca gozó de la preferencia del Partido Socialista por sus intereses en retratar más las problemáticas individuales que las del colectivo. Sin embargo en éste, que fue su último film, contó con un presupuesto nada despreciable ya que la obra fue realizada en conmemoración del cuarenta aniversario de la victoria soviética sobre los nazis; los cuales son retratados como unos seres despiadados y deshumanizados a diferencia de los soviéticos que, pese a sufrir tatas vejaciones, logran comportarse más piadosos. Es en este punto que veo la característica más débil de la película, pues una representación más matizada hubiera reforzado aún más el grado de realismo.

Por último; el título fue sacado del capítulo 6 del libro del apocalipsis donde se hace una exhortación a contemplar la destrucción que en la profecía se describe. A través de los ojos de un niño atendemos a la crueldad más estremecedora; y sin embargo aún la ficción no supera a la realidad.

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